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21.04.2017

CARRITOS DE BEBÉ INFORMATIZADOS

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CARRITOS DE BEBÉ INFORMATIZADOS

CARRITOS DE BEBÉ INFORMATIZADOS

¡No daba crédito a lo que estaba viendo! Un carrito de bebé informatizado. Sí, sí, lo que estáis leyendo, informatizado.

Estando estos días de vacaciones, mientras estaba paseando por una de las preciosas ciudades andaluzas, percibí a unos jóvenes papis con un carrito de bebé. Por inercia, cuando veo un carrito me da por mirar a la criatura. Curiosa que es una, ¡qué se le va a hacer! Pero en esta ocasión no me asombré al ver al bebé, ni me fijé si estaba regordete o si tenía la carita graciosa. No, no. Ni tan siquiera recuerdo su cara. Tan solo recuerdo que cuando giré disimuladamente la cabeza en busca del retoño, me encontré con una enorme tablet acoplada al manillar del carrito que estaba consiguiendo la total abducción del niño.

Sin poder evitar el asombro, exclamé un fervoroso: “¡¡Madre de Dios!!”. Cierto es que venía de ver las procesiones de Semana Santa y estaba muy sensibilizada con tanta religiosidad. La cuestión es que mi expresión hizo que los progenitores de la criatura me mirasen algo sorprendidos. Para evitar una situación embarazosa, salí del paso emitiendo un socorrido y dulce: “¡Qué majo el niño!”.

No sé vosotros, pero sinceramente, yo nunca había visto un carrito informatizado y creedme que me causó mucha sensación. Y diréis que por qué. Pues sí, por muchos porqués. Ya sabéis que soy muy dada a analizar las cosas y la situación era digna de estudiar; así que me dio por pensar:

Fijaos, antes, cuando los bebés tenían cinco o seis mesecitos (que sería aproximadamente la edad del bebé que nos ocupa), los incorporábamos en el carrito y les poníamos unas guirnaldas de sonajeros de colores enganchadas a la barra del coche para proporcionarle estímulos visuales, táctiles y auditivos. El bebé, a través de la manipulación y la interacción con estos cacharritos, percibía texturas, sonidos, colores, formas, etc. Y además, se alegraba y emocionaba al ver cómo él mismo, era el explorador y descubridor de su propio aprendizaje. Cuando el niño distinguía un nuevo sonido o movimiento de estos juguetes, emitía un sonido de asombro que rápidamente era correspondido por una exclamación de su mamá o papá, como asintiendo y alegrándose junto con su hijo, de tan gran hallazgo. Padres e hijos, estaban comunicándose. ¡Qué cosa tan bonita…!

Pero no sólo se comunicaban padres e hijos, sino que cuando se iba de paseo con el carrito del bebé, la gente te paraba y le hacían una gracia al niño, le decían cositas cariñosas, le tocaban los mofletitos, le hacían cosquillitas en la barriguita… a las que el retoño correspondía con una sonrisa, una pedorreta o con un batir alegre de brazos y piernas. También aquí había una interacción y comunicación con la gente de su alrededor.

Pero ahora -me pregunto yo- que quién se va a parar a hacer gracias a un niño que está abducido mirando la tablet, que se detiene el carrito y ni tan siquiera percibe que ha cesado la marcha. Quién va a malgastar energías y piropos en un bebé que no hace ni tan siquiera el esfuerzo de despegar sus ojos de la pantalla y elevar ligeramente su cabecita hacía las personas que acaban de acercarse a verlo, y máxime cuando perciben en la criatura una mueca de tedio porque están interfiriendo en su fusión niño/tablet – tablet/niño.

Y yo me cuestiono que si con lo rápido que avanza la tecnología, llegaremos a ver a mamás embarazadas con un acople telemático en sus orondas barrigas, con el que distraer y entretener a su feto a través de ultrasonidos o sensores infrarrojos, o, que por la misma Teoría de la Evolución de Darwin, a estas criaturas se les desarrolle, a la par que van creciendo dentro del vientre materno, un apéndice extra con el que teclear desde los fueros más internos cualquier artilugio informático que las mamis acerquen a su panza. Oye, es como ir preparándolos para la vida moderna que van a encontrar cuando salgan, y además, los tienen entretenidos desde sus primeras semanas de vida y así no se revuelven mucho ni molestan tanto durante el embarazo, que algunos, ¡telita!; ya les ve venir…

No sé vosotros, pero yo, queridos amigos, ya me lo puedo llegar a imaginar todo.

La cuestión es que poco a poco, la comunicación entre padres e hijos en particular y entre seres humanos en general, se está deteriorando a pasos agigantados.

¡Qué lástima!

 

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