Seguro que en muchas ocasiones habréis oído esta frase: “Hay que ver el espíritu de superación que tiene esta persona…” ¿Verdad?
En el post de “El esfuerzo”, comentaba que en ese invertir fuerzas, ánimo, constancia, dedicación,con el fin de conseguir un objetivo propuesto, nos podríamos encontrar obstáculos, trabas, dificultades… Pero si había ilusión, motivación, todos aquellos impedimentos que salieran a nuestro camino, los sortearíamos, los saltaríamos y los esquivaríamos con estrategias, modificando el plan o yendo por otro camino, aunque nos costase más, para finalmente alcanzar nuestra meta.
Esto, queridos amigos, es el espíritu de superación, el cual va muy ligado al esfuerzo. Fijaos cuantas actitudes y aptitudes, cuantas acciones, emociones, deseos, anhelos, sentimientos… puede llegar a generar ese espíritu de superación, ese querer llegar a algo, o… más difícil todavía: ese querer superarnos a nosotros mismos, en un afán de vencer situaciones en nuestro fuero más interno que nos provocan desasosiego…
Las personas con espíritu de superación, poseen un gran don, una gran virtud, ya que con él, serán capaces de avanzar en la vida de forma exitosa, intentando mantener un equilibrio en todos los aspectos de la misma: emocional, familiar, laboral, personal…
¿Será importante, pues, que eduquemos a nuestros hijos, desde bien pequeños en este espíritu de superación? ¡Muy importante!
Veamos cómo podemos ir transmitiendo a pequeños y adolescentes, e incluso, cómo, nosotros mismos debemos adoptar una postura ante la vida, que nos haga adquirir ese espíritu de superación tan valioso.
- Ilusión: plantear las cosas con ilusión, alegría, entusiasmo. Presentar aquello que queramos alcanzar como algo muy beneficioso para nosotros.
- Método: cuando nos planteamos algo, debemos también estudiar cómo lo vamos a conseguir, las pautas y pasos que debemos dar. Tanto el niño, como el adolescente, como nosotros mismos, debemos tener muy claro cuál es el camino y los pasos que hay que dar para llegar dónde queremos.
- Disciplina: de nada sirve que saber cómo se llega al sitio, si no tenemos un buen hacer, una buena actitud, un hábito, constancia, tesón... No podemos ir a salto de mata, o al libre albedrío. Hay que organizarse y cumplir con esa organización.
- Confianza: muy importante también. Desde bien pequeños, hay que cultivar la confianza en sí mismos. Animándoles a superar pequeños inconvenientes, alabándoles sus logros, motivándoles para dar pasitos y realizar acciones que requieran mayor esfuerzo… Todo esto les aportará confianza en sí mismos, el saber que dan pasitos y consiguen metas cada vez más complejas.
- Optimismo: evidentemente, en esta vida, no se puede llegar a todo. Hay que ser realistas, ver que en ocasiones tenemos limitaciones o carencias; pero también es cierto, que con una visión optimista, podemos llegar a minimizar, transformar o superar esas limitaciones hasta conseguir llegar a aquello que es nuestra pasión.
- Humor: ¡imprescindible! ¿Qué haríamos sin ese poco o mucho de humor, que nos hace reír, hasta de nosotros mismos? Enseñemos a nuestros hijos a quitar hierro a las cosas, a reírnos, si cabe, de nuestras “meteduras de pata”. Con humor, aprendemos mejor de nuestros errores.
- Calma: cuando las cosas van mal, cuando surgen dificultades, los nervios no son buenos consejeros. Una actitud serena, calmada; un respiran hondo, nos ayudará a volver a tomar las riendas de la situación. Muy importante que les enseñemos desde pequeñitos, a respirar hondo y calmarse, para luego dialogar y retomar la situación.
- Empatía: puede ocurrir que, en ese alcanzar nuestros propósitos, tomen parte otras personas. Nunca debemos subestimar sus acciones, sus deseos, sus sentimientos. También a los chavales, debemos hacerles ver que hay que respetar a los demás, y ponernos en el sitio de ellos, para poder entender sus actitudes o sus comportamientos y así poder orientar mejor los pasos a seguir hasta conseguir nuestro objetivo.
- Poder de transformación: en ocasiones y pese al mucho esfuerzo y dedicación empleados, no se llega a conseguir el objetivo propuesto; pero esos fracasos, se deben tomar como experiencias, como aprendizajes para cambiar las estrategias o modificar puntos de vista, que nos ayuden a orientar nuevos esfuerzos en nuevas metas a alcanzar.
- Humildad: ni antes, ni durante ni después de haber logrado nuestros objetivos y seguir cosechando logros, deberemos perder la humildad, saber nuestras raíces, saber de dónde venimos. Siempre con humildad, nunca con prepotencia. Aprendiendo de todos y de todo. La vida es larga y corta a la vez, para tantísimas cosas que queremos hacer y conseguir; pero nunca, nunca debemos olvidar, nuestros orígenes, sean estos cuales fueren, porque ellos nos han ido conformando y son parte de nuestro ADN y precisamente por esa carga genética y ambiental llegaremos a donde nosotros queramos llegar
Hasta pronto.
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