Buenas noches:
El ser humano es muy simple y a la vez, muy complejo. Somos duales, o más que eso. Yo ya no sé qué somos…
Unas veces decimos sí, cuando queremos decir que no. Otras, afirmamos que algo es blanco, cuando se ve a mil leguas que es negro como el azabache. En muchas ocasiones hacemos una cosa, cuando desearíamos hacer otra. Y en otras, no sabemos si queremos ir hacia la derecha o hacia la izquierda, hacia arriba o hacia abajo. ¡Si es que no nos aclaramos…!
Nos movemos por impulsos (Yo, la primera), por emociones (Lo mismo. En primera fila), por sentimientos (Matrícula de honor).
Capítulo aparte merece el que se mueve por intereses, pero intereses materiales; porque siempre hay un interés, manifiestos o no. Actuamos porque nos mueve un interés de obtención de algo: sentimientos, aprobación, acción… Pero si un comportamiento está única y exclusivamente, condicionado a la obtención de un interés o beneficio material… aquí ya os digo, que las ecuaciones son de tercer grado, lo menos. Y para despejar esa incógnita, ¡échale fórmulas! Hay que repasarse los libros… Casi mejor que, como digo, a los que se mueven por este tipo de intereses los dejemos para otro capítulo aparte.
A lo que vamos: ¿cuántas veces querríamos hacer algo, pero no nos lanzamos a realizarlo, por si…?. O nos gustaría decir algo a alguien pero, ¿y si…?
Ya no os cuento cuando alguien nos hace o dice alguna cosa y empezamos a centrifugar la cabeza a 1200 revoluciones por minuto. ¿Por qué me lo habrá dicho? Seguro que es por algo… Sí, sí, esto iba con segundas…
Y ya, el sumun de nuestra dualidad es hacer o decir algo, con la intención de provocar en la otra persona una acción o respuesta que a nosotros nos acomode, pero que no quedaba manifiesta en nuestra acción o en nuestra propuesta.
¡Pufff…! Me canso sólo de pensarlo. Porque lo hacemos todos, ¿Eh? Seamos sinceros. Todos, en algún que otro momento o circunstancia de nuestra vida, hemos actuado con esa dualidad.
Con lo fácil que sería, ser coherentes y sinceros con nosotros mismos y si nos equivocamos haciendo algo, pues no pasa nada. De los errores, se aprende. ¿Que decimos una cosa, y los demás no opinan igual…? Pues nada; para gustos, los colores. En la diversidad está la gracia. ¿Que le expresamos a alguien nuestra opinión o sentimiento y no obtenemos la respuesta deseada…? Pues, qué se le va hacer; por lo menos, no nos quedaremos con la duda de si hemos expresado lo que en verdad queríamos expresar, aunque no lo hayamos dicho de una forma totalmente clara y manifiesta. Así como no nos torturamos la psique, preguntándonos, la interpretación que habrá podido o no realizar la persona en cuestión, de aquello que hemos dicho o hecho…
¡Madre del amor hermoso! Si es que hasta escribirlo, me cuesta, me cansa y me lía… Pues imaginaos: si es retorcido al escribirlo, lo que se retuerce nuestra mente al pensarlo. Con lo fácil que podrían ser las cosas. Sólo tenemos que ser sinceros, coherentes y prácticos. Y expresarnos y comportarnos tal y como somos y como nos sentimos. Sin dobleces, sin dualidades.
Porque pensad: si nos comportamos de esa manera con las personas de nuestro entorno más inmediato, ¿qué ejemplo estamos dando a nuestros hijos? Si a nosotros los adultos, que quieras que no, y aún teniendo ya mucho bagaje, nos cuesta interpretar los mensajes ¿cómo interpretarán nuestros hijos esa nuestra dualidad; ese te digo una cosa para que hagas otra; ese me comporto de una forma para provocar en ellos una reacción o acción…?
No,no, no… Las cosas claras, y el chocolate espeso. Cuidado con lo que hacemos y decimos. Vamos a hacer un acto de reflexión y propósito de enmienda y vamos a empezar a ser claros, concisos, sinceros y coherentes, expresando lo que queremos y sentimos ,sin dualidades, sin medias tintas y sin dobles mensajes. No nos compliquemos la vida, que ya bastante complicadito está todo. ¡Facilitémonos la existencia! Si es que todo puede ser más sencillo…
Hasta pronto y perdonad si os he liado un poco. Hoy estoy algo dual…
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