Buenos días:
El viernes fue mi último día de curso. Sí, sí, ya sé que los niños acabaron a mediados de junio, pero los maestros, acabamos ayer. Una vez pasada la euforia de los dos primeros días de vacaciones, -que no son tales porque han coincidido con el fin de semana-, hago un balance de lo que ha sido el curso, de todo lo que se ha trabajado para conseguir objetivos, de todas las herramientas empleadas para que los contenidos que se dan a los alumnos sean y se les muestren de forma atrayente. Me evalúo también yo, me hago preguntas sobre cómo podría mejorar todo este proceso de enseñanza-aprendizaje, porque siempre queda la sensación de que todo es mejorable, y que a pesar de esforzarte al máximo y de poner todo tu empeño y dedicación, siempre se puede hacer más, para mejorar los resultados, tanto de los alumnos, como los míos… Y a la vez, pienso: Begoña, acabas de empezar las vacaciones; desconecta un poco y descansa. Eso es lo que se hace en vacaciones, ¿no?
Pero no puedo. Acabo de despedirme de mis compañeros hasta septiembre y me encuentro pensando qué puedo hacer para cambiar todo esto. Y con todo esto, me refiero a la educación. No puedo estarme parada. Tampoco puedo seguir haciendo lo mismo. Nadie, ni los maestros, ni las familias, ni el sistema educativo, ni aquellos que nos dirigen, pueden seguir haciendo lo mismo; porque si hacemos lo mismo, estaremos obteniendo los mismos resultados. Y estoy cansada de escuchar comentarios totalmente desalentadores por todas partes, de leer los datos del paro, de sentir y percibir la desmotivación y desilusión de los jóvenes, de las familias, de profesores, de maestros…
¿Qué está pasando?
Está pasando que la sociedad ha cambiado de forma más que notoria y en poco espacio de tiempo. La era de las nuevas tecnologías nos ha invadido; el tiempo, aún teniendo la misma forma de cuantificarse y medirse, parece que pasa más rápido. Lo que ahora es novedoso, en poquísimo tiempo se quedará obsoleto. Y en esas nos hemos quedado: obsoletos. No estamos siendo capaces de reaccionar a toda esta vorágine de cambios en la sociedad, a todas las situaciones que se nos están solapando unas encima de otras. Son tantas situaciones: la era digital, la crisis, el paro, las condiciones desfavorables de trabajo, la forma de relacionarse la sociedad, el ejemplo desleal y fraudulento de nuestros dirigentes… En fin son tantas las situaciones desconcertantes, que lo único que estamos consiguiendo es un malestar generalizado, una carencia de valores y una falta de ilusión y motivación generalizada. Y esto no puede seguir así. No podemos pasar el tiempo despotricando unos de los otros; achacando la culpa a los demás, ya que el último responsable de sus actos es uno mismo. Como tampoco podemos permanecer en esta actitud emborregada, de mucha lamentación, mucha crítica, pero ninguna acción. Debemos cambiar. ¡Todos! Y debemos ponernos en marcha.
Mirad, si en vez de optar por criticar desde el sillón de casa o mientras tomamos el café en la cafetería; si en vez de enfurecernos con las noticias que oímos o leemos, si en vez de lamentarnos por todo lo que está cayendo… -que todo esto está muy bien, siempre y cuando, después de la crítica haya una alternativa de cambio-. Pero si en vez de toda esta crítica, o después de la misma, pasáramos a la acción y fuésemos capaces de implicarnos cada uno de nosotros aportando nuestro granito de arena, tomando verdadera conciencia de la realidad y de cómo podemos, desde nuestra posición, modificar esa realidad, recuperando valores, siendo leales y legales, siendo responsables, valorando lo que es verdaderamente primordial; si todos y cada uno de los que conforman esta sociedad, dirigentes, centros educativos, profesores, familias, alumnos, se implicaran de una forma, como digo, totalmente responsable, coherente y consecuente, para conformar entre todos un cambio en la educación, muchos de estos problemas se irían solucionando; porque no olvidemos, amigos, que el verdadero y buen futuro está en la educación.
Así que, TODOS, debemos hacer un examen de conciencia y propósito de enmienda. Debemos aunar esfuerzos y proponernos un cambio en la forma de gestionar la educación, ya que nos hemos quedado obsoletos; solo así, podremos conseguir un “Capital Humano”, que no es otra cosa, que formar a la persona para que reúna las conocimientos, habilidades, destrezas y capacidades necesarias para desenvolverse con total autonomía dentro de una sociedad.
Así pues tendremos que ir pensando, en cuál va a ser el granito de arena que podemos aportar cada uno de nosotros; cómo lo vamos a aportar y fijarnos objetivos, planes de actuación, metas y evaluaciones para ver la eficacia o no, de aquello que nos propongamos, y reorientar nuestro “modus operandi” si fuese necesario.
No nos toca otra que ponernos en acción.
Hasta pronto.
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