Hola amigos:
Voy a ver si soy capaz de transmitir lo que verdaderamente quiero que comprendáis con este título, ya que lo he puesto con total premeditación (que no alevosía) para que antes de que leáis el artículo, os paréis unos segundos a analizar el enunciado.
Así a primera vista, si leemos el título del artículo, “Los beneficios de la frustración”, nos quedamos con la palabra “frustración” y ya nos genera un desasosiego porque nos da a entender, que es la imposibilidad de satisfacer una necesidad o un deseo. Luego, volvemos sobre nuestros pasos, y releemos “Los beneficios de la frustración”, quedándonos con la palabra “Beneficios”, que no es otra cosa que el bien que se da o se obtiene.
Y es ahí cuando surge el dilema: “Beneficio”= Bueno, “Frustración” = Malo. ¿Cómo podemos obtener algo bueno, de algo malo? ¡Hala!, ahora es cuando nos adentramos en el tema que quiero explicaros.
En educación, se habla mucho sobre la frustración. Se comenta la poca capacidad que tienen los niños para encajar una frustración. El modelo educativo de padres que se está viendo con mayor frecuencia en nuestros días, es el modelo “Permisivo”. Un modelo de padre que no establece normas, ni límites, que sobreprotege y justifica a su hijo, que consiente y permite lo que su hijo desea, y que le evita cualquier tipo de frustración para que no sufra.
Pero si analizamos bien la situación, las frustraciones bien llevadas, bien asimiladas, pueden dar lugar a la obtención de beneficios para nuestros hijos, tanto en su edad pueril, como en su edad adulta.
Si evitamos que nuestros hijos se frustren, les estamos mutilando su capacidad de reaccionar, de pensar estrategias resolutivas para tramitar la situación o con las que obtener un beneficio incluso mayor a la misma, ya que los niños nunca se llegan a encontrar en dicha tesitura, con esa chispa que haga prender el mecanismo -emocional, psíquico o físico- que les haga ponerse en marcha para encontrar soluciones a esa situación conflictiva.
Solo tenemos que hacer un pequeño acto de constricción en nosotros mismos y analizar las vicisitudes que hemos ido superando e incluso, mejorándolas con creces, a lo largo de nuestra vida porque hemos tenido capacidad de reaccionar, de superar una frustración.
Así pues, antes que intentar evitar que nuestros hijos se frustren, que no sufran, realizándoles todo, dándoles de todo, y accediendo a todo lo que quieren, debemos enseñarles a aceptar la frustración, debemos enseñarles a que se autocontrolen cuando tengan una situación conflictiva, porque este autocontrol, este dominio sobre sí mismos, dará paso a que su capacidad de reflexión se ponga en marcha para buscar estrategias resolutivas a la situación.
Queridos papis, de ahora en adelante, cuando vuestro hijo coja una llantina porque no ha obtenido algo que él deseaba, ayudadle a calmarse primero y después enseñadle a encontrar posibles soluciones a tal situación, de manera que vaya desarrollando sus propias estrategias alternativas.
De mayor, cuando se encuentre con esas subidas y bajadas que le irá proporcionando el devenir de la vida, le habréis enseñado a ser resolutivo y no sabéis cuánto os lo agradecerá.
Hasta pronto.
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