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21.12.2015

¡MENUDO REGALO!

Divagaciones Mias
¡MENUDO REGALO!

Buenas tardes, noches o días… dependiendo de la hora en que me lean:

Esta tarde he ido a la playa, suelo ir muy a menudo. Me encanta el mar, la arena, la brisa, el sonido acompasado de las olas…

Me gusta el mar en todos sus horarios. Y como está siempre accesible, no tiene hora de apertura ni de cierre, puedo ir cuando me apetezca. Es más, no voy siempre a la misma hora, porque si hay algo que me recarga la energía es pasear a primera hora de la mañana, cuando aún las olas están perezosas y el mar parece una bandeja de plata.

Disfruto caminando por el borde mismo de la orilla, escuchando y medio tarareando música con mis auriculares; percibiendo ese aroma tan característico del mar. Pero además, hago muchísimas más cosas a la vez: por ejemplo, voy pensando mis cosas, en lo que he de hacer a lo largo del día, en mis inquietudes, en mis problemas… Observo a la gente con la que me cruzo y me hago una ligera idea de lo que son, de cómo serán sus vidas, de si parecen felices y satisfechos consigo mismos... Saco deducciones del comportamiento humano, de las parejas sobre todo. Me gusta ver esas parejas, que ya entraditas en edad, van cogiditos de la mano, y él le lleva los pocos bártulos de playa a ella. Me gusta observar como la ayuda a pasar por alguna que otra zona en la que hay alguna piedra… ¡Lo admiro! También admiro a esas personas, mujeres sobre todo, he de decir, bastante maduritas también, que no pierden día sin salir a caminar. ¡Y a qué ritmo! Las admiro también.

Pero es que además, mientras hago todas esas cavilaciones y observaciones, voy jugando conmigo misma y con las recién despertadas olas, que poco a poco se van volviendo más activas y juguetonas; de manera que mientras yo voy en línea recta por la orilla, hago apuestas conmigo misma, a ver si la ola que viene, va a tener el suficiente impulso para llegar a tocar mis pies. ¿Sí? ¿No? Ah… ¡Lo sabía…! Y así es como paso unas horitas matinales en la playa.

Pero si voy por la tarde, mi actividad cambia. Si por la mañana la playa, el mar, me da energía; por la tarde me aporta sosiego, tranquilidad, paz. Me amuermo, y me duermo…

Es todo un ritual el que formo: descargo mi bolso de paja, despliego mi sillita de playa y extiendo mi toalla playera. Los primeros minutos los dedico a la lectura del libro que toque. Digo que toque, porque llevo tres en el bolso, y dependiendo del día cómo lo tenga, -mi ánimo, quiero decir- me apetece leer un libro u otro, o cada ratito uno… Un poco rara, ya lo sé, pero qué me voy a hacer… Luego de estar un rato leyendo, me entra el sopor, me pongo los auriculares con mi música y me tumbo en la toalla, dejándome llevar por un dulce sueño, calma y relax. Me despierto, nueva.

Al volver otra vez en sí, vuelvo de nuevo con mis cavilaciones y pienso: “Menudo regalo tenemos”: El mar, la arena, el amanecer, las puestas de sol, el ronroneo de las olas, la brisa, el olor a mar… Todo esto lo tenemos gratis. No pagamos para pasear por la orilla del mar, para zambullirnos y dejarnos flotar en sus aguas. No pagamos para tumbarnos en las mullidas arenas… Esto es mucho mejor que cualquier spa, que cualquier tratamiento multivitamínico y energético; esto es mejor que cualquier tratamiento de belleza; la piel adquiere un tono dorado muy favorecedor, la celulitis se aprecia menos, el cuerpo se tonifica por las caminatas, por los cuatro largos a nado… ¿Se puede pedir más? Yo no. Doy gracias por poder tener a mi lado y poder disfrutar del mar, de la naturaleza que se nos ha regalado.

¡Gracias!

En ocasiones nos torturamos nosotros mismos y nos desanimamos porque nos gustaría tener unas vacaciones más... olvidándonos y no valorando aquello que tenemos a nuestro alcance y totalmente gratuito.

Pensemos, apreciemos y valoremos todo lo que tenemos en nuestra mano. Es mucho y muy valioso. Respetémoslo, cuidémoslo y traslademos este valor, aprecio y cuidado a nuestros hijos.

Hasta pronto.

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