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18.12.2015

REALMENTE, ¿HA AVANZADO TANTO LA MUJER?

Divagaciones Mias
REALMENTE, ¿HA AVANZADO TANTO LA MUJER?

Hola amigos:
Antes de pasar a escribir lo que he vivido hoy, voy a hacer un pequeño inciso, que no es otro que el de dejar claro que no milito en ningún partido feminista, y que opino que hombres y mujeres nos complementamos y nos necesitamos. A partir de aquí, que cada cual haga de su capa un sayo. Con este escrito, sólo pretendo que tanto hombres como mujeres, pensemos con total sinceridad qué hemos hecho, qué estamos haciendo y qué queremos hacer…
¡Ahora ya os cuento mi experiencia de hoy!
Dando un paseo esta mañana por el espigón del puerto, mi hija y yo, nos hemos sentado, -bueno, mejor dicho, tumbado- a tomar el sol en una de las bancadas que lo recorre. Estando medio adormiladas por los efectos de los cálidos rayos del sol y el ronronear del mar, hemos escuchado, de pronto, los sollozos de una chica. A poco que hemos virado la cabeza, nos hemos percatado que a poco más de dos metros, se había instalado un joven matrimonio.
Ella, luciendo una, aún temprana barriguita de embarazada, estaba sumida en un mar de lágrimas. Se tapaba la boca con la mano, para no ser oída, pero ya sabéis que al lado del mar las voces parecen aumentar unos cuantos decibelios. La cuestión es que tanto mi hija como yo, hemos vuelto nuestras cabezas a la posición inicial y nos hemos dejado llevar. Habernos levantado y habernos ido, hubiera dado a entender al joven matrimonio que nos molestaban y que queríamos eludir su presencia. Y nada más lejos de la realidad… Además, he pensado y como siempre digo: “la vida misma, no se enseña en las universidades…Así es que, le irá bien a mi hija este pequeño aprendizaje…” Porque lo que ha sucedido, me lo veía venir…
Cuando la joven ha recuperado el aliento, ha empezado el diálogo (bueno, casi monólogo):
-Siento que esto no es como yo había pensado que sería….
Silencio por parte del chico.
-Me siento desbordada, agobiada. Toda la responsabilidad, todo el trabajo recae sobre mí. Tú -dirigiéndose a su marido- sólo te ocupas de tu trabajo y de tus cosas. Yo, me he de ocupar de mi trabajo, de la casa, de las facturas, de si algo se estropea, de si algo está por pagar, de lo que hay que comprar.
- Yo hago la compra. –Dice su marido, con voz queda-.
-Sí, cariño, pero ¿quién hace la lista de todo lo que realmente se necesita para pasar la semana. Quién planifica las comidas. Quién las hace? Prácticamente todo lo hago yo. Y lo peor es que me lo veo venir; veo que esto va a empeorar. Cuando nazca el bebé, me veo haciendo más cosas yo sola, sin colaboración. Veo que iré yo sola a las revisiones del niño. Veo que si se pone malito, lo llevaré al médico sola. Veo que seré yo, la que se levante por la noche, o vaya siguiendo la evolución del niño. Es que ni tan siquiera me has preguntado si quiero que estés conmigo en el parto. ¿Te das cuenta, cariño?
Aquí, la chica, ya se ha roto en un puro llanto.
Si mi hija y yo, estábamos ahuecando un poco la oreja para oír mejor, llegado este momento, no ha hecho falta, porque la chica se ha despachado a gusto.
El chico inmóvil; como en parada cardiorespiratoria… Ella vuelve a coger aire y prosigue.
- Cuando me casé, pensaba que seríamos un equipo, que lo haríamos todo juntos; pero resulta que nada está siendo como yo esperaba. Resulta que ahora tengo más trabajo, más preocupaciones, más responsabilidades y no me siento apoyada. ¡No soy Feliz!
¡¡Puf, lo que ha dicho...!!
-¡Bien...! el marido ha despertado del coma profundo, y responde: pero no sé de qué te extrañas, tú, antes de casarnos vivías sola y ya hacías todas esas cosas…
-La chica, se coge la cara con las dos manos y llora con llanto contenido.
Mi hija, que conoce algo de mi impulsividad, abre un ojo, me mira de reojo y dice “mamá, ni se te ocurra…”. “No, no -contesto yo-, no voy a acercarme a mediar entre ambos, pero..., ganas me dan.”. “Vale, pero tú quieta”, me dice.
-¿Sabes? Siempre pensé que mi vida sería diferente; que yo sería diferente; que yo haría las cosas de forma diferente… Pero me estoy dando cuenta que no. Yo no quería ser igual que mi madre. (¡vaya por Dios, con las madres hemos topado!), y me estoy dando cuenta que estoy viviendo todo lo que ha vivido mi madre. Estoy haciendo lo mismo que ella. MI vida es como la de mi madre….
El chico vuelve al “mutismo selectivo”. (Nunca mejor dicho: selecciona cuándo quiere hablar…)
-Pero da igual, Alfonso, da igual… Perdona por todo lo que te estoy diciendo. Estoy un poco sensible. Debe ser por el embarazo. Ya se me pasará y aceptaré que las cosas son así; me amoldaré a ellas y punto pelota. ¡Ya está!
Llegados a este punto, mi hija, ha tirado de mí, diciendo: “anda vámonos, que te veo venir…”
En fin, queridos amigos, yo no voy a entrar en la disyuntiva “hombre-mujer”, porque como he dicho antes, ambos nos necesitamos y nos complementamos. Tampoco voy a generalizar, ni a emitir verdades absolutas, porque creo que tampoco las hay. Pero independientemente de si la chica estaba algo más susceptible de lo normal por su estado de buena esperanza; de si ha podido victimizar un poco la situación; o de si el chico estaba en un estado de hibernación y aletargamiento digno de la más dormilona de las marmotas, la cuestión es que la situación que he vivido esta mañana y que os he redactado con absoluta veracidad, sucede más a menudo de lo que nos gustaría a hombres ya mujeres, por supuesto.
Las mujeres han recorrido un largo camino y han avanzado mucho en cuanto a sus derechos, a sus atribuciones… pero quizás, los hombres, esos que tanto necesitamos, con los que nos complementamos, esos con los que queremos construir un tándem perfecto con el que recorrer la bonita andadura de la vida, de la familia, de la pareja, no han avanzado al mismo paso que nosotras las mujeres.
Así pues, tendremos que poner ambas partes -hombres y mujeres- nuestro esfuerzo, nuestra implicación. Unos para que se den cuenta que la vida en pareja, es como su propio nombre indica “en pareja” y que las tareas, los problemas y las alegrías, se sobrellevan en pareja. Y otras, para no decaer nunca y seguir dialogando con nuestros complementarios, con nuestras parejas y educando y enseñando a nuestros niños para que avancen hasta que, juntos, hombres y mujeres, trabajemos, vivamos y disfrutemos mejor.
¡Es un beneficio para todos: hombres y mujeres!
Hasta pronto.

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