Hola amigos:
Hoy voy a hablaros de la importancia de transmitir a nuestros hijos el respeto hacia los demás; educarles para que respeten las diferencias, sean éstas de la índole que sean.
Es habitual encontrar en las aulas, en los parques, en los centros de ocio, etc niños diferentes; así pues nos encontramos niños de diferentes razas, religiones, diferentes culturas, con diferentes rasgos; así como podemos encontrar niños que tienen alguna dificultad bien sea motora, auditiva, visual… Todos y cada uno de estos niños pueden y deben estar perfectamente integrados en las aulas, en las actividades lúdicas y en la sociedad. Y me refiero a una integración social, afectiva, acogedora. Por supuesto que también se les debería dotar de infraestructuras y medios materiales y técnicos, para que estos obstáculos que se les presentan a la hora de tener una total integración, no existiesen.
Pero yo quiero centrarme en la integración social, afectiva, acogedora. Y en esto, los padres podemos hacer mucho para conseguir educar a los hijos en el respeto a los demás, aceptando las diferencias de cada cual.
En prensa, suelen aparecer noticias de acosos o agresiones a personas que no entran dentro de los cánones que, ciertas personas han establecido como “normales”. Como también encontramos noticias de escolares que incomodan a otros compañeros porque no están ubicados dentro de los patrones que ellos han tomado como “su normalidad”.
Pero esto, queridos amigos, os puede parecer algo lejano a vosotros, algo que se ve, como digo, en la prensa; pero que no pertenece a vuestra realidad más cercana. Sin embargo, hay muchas formas de no respetar las diferencias, que si bien, no llegan a extremos tan marcados, es también una falta de respeto a los demás y a las diferencias que tenemos cada uno. Porque nadie, nadie somos iguales, así como nadie somos mejores ni peores que otros por pertenecer, ser o poseer algo diferente a los demás
De tal forma que los padres, debemos cuidar mucho nuestras acciones, nuestras palabras, nuestras valoraciones, porque de ellas, nuestros hijos toman ejemplo y lo llevan a su día a día con sus iguales. Si nosotros emitimos un juicio de valor despectivo hacia alguna persona de alguna raza en concreto, alguna religión específica, alguna condición social o alguna forma peculiar de vestir o de comportarse; si despreciamos con palabras, con gestos o con actos alguna particularidad de alguien que nosotros no la tomamos como “nuestra normalidad”, estamos haciendo un flaco favor a nuestro hijo, porque no lo estamos educando en el valor del respeto al prójimo.
Pensemos una cosa: cuando hagamos o nos comportemos así, sólo deberíamos pensar si nos gustaría que a nosotros o a nuestros hijos nos tratasen de igual modo, los despreciasen, los apartasen o los ridiculizasen. Estoy segura que eso no nos gustaría, ni para nosotros ni para nuestros hijos. Pensad que todos podríamos ser, estar o pasar por alguna situación o circunstancia difícil en la vida, y que lo que nos gustaría cuando estamos en una situación así, es obtener el apoyo de las personas que nos rodean, no su desprecio, su burla o su ninguneo.
Por este motivo, amigos, es muy importante que no censuremos a nadie porque no tenga o pertenezca al patrón que nosotros nos hemos formado. Debemos educar a nuestros hijos en el respeto, en la amplitud de miras, en obtener un beneficio de las diferencias, porque así todos podemos ampliar conocimientos y enriquecernos con esas diferencias. Y lo más bonito que podemos hacer si alguien tienen alguna dificultad, sea del tipo que sea, es que se sienta apoyado, acogido y protegido por los que le rodean, y eso, queridos amigos, es lo que debemos enseñar a nuestros hijos: lo bien que se siente uno, cuando está haciendo el bien. Esa satisfacción personal, no tiene precio, y nada tiene que ver con la sensación que se les quedaría de optar por la opción contraria.
Nos vemos pronto, amigos.
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