TODAVÍA NIÑOS Y A LA VEZ PADRES
Hola amigos:
Hoy quiero hablaros de un caso que aunque pueda ser puntual, sucede con más frecuencia de lo que debería. Quiero comentaros sobre esas chavalitas, de 15, 16 o 17 años que, aunque parezcan o quieran parecer ser ya unas mujercitas, no dejan de ser todavía muy niñas y, sobre todo, para ser madres.
Concretamente quiero contaros el caso de una jovencita de 16 años y de su noviete de la misma edad, los cuales, se han estrenado como padres hace muy poco.
Una tarde, la joven se encontró indispuesta, con grandes dolores de tripa; la llevaron a urgencias y para sorpresa de sus padres, el diagnóstico fue un bebé de 2,4 kg.
Bien, os dejo unos segunditos para que recreéis la escena y recapacitéis sobre la situación.
¿Ya? Pues seguimos.
¿Cómo? ¿Qué dice? Doctor ¿no se habrá equivocado de paciente? Pero… ¿qué ha pasado aquí? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Cómo no nos hemos dado cuenta? ¿Por qué no nos ha dicho nada? -se preguntaban sus padres- Ahora nos explicamos muchas cosas: angustias, indisposiciones, tristeza, nerviosismo, cara demacrada, ojerosa, siempre en su habitación, ropas anchas…
Segunda parte: llaman al novio y a sus padres, los cuales, se plantean las mismas preguntas… También ellos, ahora encontraban explicación a comportamientos y actitudes extrañas en su hijo: triste, nervioso, malas notas en el colegio…
Casos como éste suceden con más frecuencia de lo que debería ser, y digo “debería” por muchos aspectos: porque estos dos jóvenes todavía no están formados ni capacitados para asumir esa responsabilidad tan grande; están en la edad de ir descubriendo poco a poco, paso a paso la vida; de disfrutar de su adolescencia, de su juventud, de divertirse. Están en edad de dedicarse a sus estudios, a su formación; de ir haciéndose adultos y maduros paulatinamente; de buscarse un hueco en la vida, un porvenir…
Pero estos jovencitos se han saltado, así, de golpe, varios capítulos de su vida, porque aunque estoy segura de que van a tener mucha ayuda para criar a ese niño que acaba de venir al mundo, que ambas familias harán lo posible por echar adelante al bebé y a sus respectivos progenitores, éstos, van a dejar de vivir, de experimentar debidamente una parte de su vida muy importante, como es la adolescencia y juventud.
Por no comentar de cómo va a ser la educación de ese bebé… ¿Quién tomará la voz cantante en su educación: sus padres o sus abuelos? ¿De quién tomará referencia ese niño conforme vaya creciendo? Y esos padres y a la vez abuelos, ¿seguirán con la educación de sus hijos y a la vez, darán comienzo a la educación de su nieto? ¿Lo tomarán como nieto o será en la práctica, como otro hijo? Cuando la pareja de jovencitos vaya madurando y haciéndose adultos, ¿podrán ejercer su labor de padres, o esa responsabilidad ya la habrán asumido los abuelos?
En fin, son muchas las cuestiones que cabría plantearse ante un caso así. Como también habría que plantearse que estos dos chavales han ocultando la situación hasta el final, hasta llegar de forma natural al desenlace de la situación, pero hay otros que, también ocultándolo, dan ellos mismos la solución a un posible embarazo, adquiriendo medicamentos para tal fin, con el riesgo que puede conllevar hacer un uso no controlado de cualquier medicación.
Quisiera ahondar más sobre el tema y sacar a relucir una cuestión que me vino a la mente nada más tuve conocimiento de la noticia. Primero pensé en lo que estos chavalitos habrían sufrido, callando y ocultando la situación; y más concretamente ella, la chica, que era la que iba experimentando esos cambios en su cuerpo, a solas, sin confiar en nadie, sin apoyarse en nadie… Y los padres, ¿cómo los padres de la jovencita - y hago hincapié en la niña porque es la que estaba sufriendo los cambios en su propio cuerpo - no llegaron a darse cuenta de que a su hija le ocurría algo? No voy a hacer aquí una descripción exhaustiva de los cambios que produce el embarazo en una mujer; todos los sabemos. Imaginad lo que la jovencita calló, escondió, arriesgó y a lo que se expuso durante todos esos meses…
Pero -y aquí es donde quiero llegar a relacionar toda esta situación- ¿dónde está la “Comunicación” de esos padres con sus hijos? ¿Y dónde está esa “Educación” que tanta falta hace en los tiempos que estamos viviendo hoy en día?
No me cansaré de de decirlo, los padres, debemos hacer un gran esfuerzo por invertir tiempo en nuestros hijos; un tiempo dedicado a educarlos y a formarlos para que aprendan normas, límites, para que adquieran responsabilidades, para que vayan adquiriendo autonomía; para que aprendan las consecuencias de sus actos. Debemos informales, según vayan creciendo, de lo que deben saber en todos los terrenos; en la sexualidad también. No podemos relegar a otros nuestra responsabilidad.
No debemos esperar ni confiar a que esas y otras cuestiones se aborden desde el colegio. Se abordarán, no os quepa la menor duda, pero también y principalmente desde la familia, se han de tratar éstos y otros muchos temas. Es nuestra responsabilidad como padres.
A la vez, les debemos enseñar a que confíen y se comuniquen con nosotros; a que sepan que ante cualquier duda, problema o cualquier circunstancia adversa, pueden y deben comunicárnosla. Y eso, es responsabilidad de la familia. No olvidemos nunca, que el verdadero ejemplo, el verdadero modelo se adquiere en el entorno familiar.
Reflexionemos pues, si merece la pena invertir tiempo en nuestros hijos, para “educarlos y comunicarnos” con ellos. Muchas de las cuestiones que estamos viendo hoy en día sobre problemáticas juveniles, no sucederían si hubiese una correcta educación y una comunicación sólida y bien cimentada desde las familias.
Hasta pronto.
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