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06.11.2016

DIVAGANDO SOBRE LA HUELGA DE DEBERES

Divagaciones Mias
DIVAGANDO SOBRE LA HUELGA DE DEBERES

Queridos padres, permitidme que aborde de nuevo el tema de los deberes, con motivo de la tan nombrada huelga de los mismos durante los fines de semana del mes de noviembre. Y digo, de nuevo, porque ya hablé sobre este tema en uno de los programas de esRadio, donde colaboro semanalmente. Si lo queréis escuchar id a: www.begojuan.es, en la pestaña de RADIO, " Huelga de deberes" 

Sinceramente os digo que, por mucho que intente empatizar con la postura y decisión que estos padres han tomado, no llego a conseguirlo.

Me pregunto si de verdad creen que están haciendo un bien a sus hijos o si se han llegado a cuestionar, en lo más profundo de su ser, (siempre hay que hurgar en lo más profundo para llegar a encontrar la esencia de todo…) si el verdadero objetivo de esta medida que han adoptado, es realmente la que alegan, es decir, conciliar la vida familiar; que sus hijos tengan más tiempo para jugar o incluso para perder el tiempo, si quieren… También me pregunto si han analizado las consecuencias positivas y negativas que esta actitud puede conllevar; porque, digo yo, que antes de tomar una decisión de tal alcance, uno debe sopesar los pros y los contras. O al menos, eso me han enseñado mis padres, a pensar antes de ejecutar, (aunque a veces me lo salte a la torera... Pero, bueno, eso es harina de otro costal...)

Si me pregunto, me he de contestar, ¡claro!, porque sino, sería un poco absurdo. Me cuestiono algo para hallar una respuesta, una conclusión, ¿no? Venga pues, ¡ánimo Begoña, tú puedes!, deja ya de divagar y aterriza.

Bien, pues me vais a perdonar que aunque no es correcto que se conteste a una pregunta con otra, yo me salte la norma y pregunte:

- ¿De verdad estos papás están conciliando mejor la vida familiar, al permitir que sus hijos eludan sus responsabilidades? ¿De verdad creen que porque su retoño esté una horita o dos haciendo los deberes (que las pueden repartir perfectamente a lo largo del fin de semana, para que no se agoten mucho…) no van a poder ajustar la vida familiar, o lo que es lo mismo: ir al súper, al parque, a un centro comercial, al cine, al campo, o ir a visitar a los abuelos… Ahora va y meten a los abuelos para justificar su decisión. ¡Increíble! Pero si a los abuelos los tienen en plantilla. Es más, aunque éstos no figuren dentro de su servicio doméstico, ¿qué mal hay en ir a pasar el fin de semana al pueblo –por decir algo- con los deberes en la mochila? Todavía recuerdo con gran ternura, como mi abuelo, sentados al calor de una mesa camilla, me ayudaba con el aprendizaje de las divisiones y la comprobación de las mismas, a la vez que me repasaba con ellas, las tablas de multiplicar, la suma y la resta. Todo esto, mientras mi abuela hacía punto de gancho y mis padres dialogaban sobre las trivialidades del día a día. Me pregunto si tendré algún trauma porque mis padres no supieron conciliar bien la vida familiar… ¡Ay, Dios mío!, voy a hacérmelo ver, porque posiblemente tengo una tara o alguna carencia y no me he dado cuenta…

- También me pregunto si esa horita, horita y media o dos horas de tiempo que los padres quieren ganar en favor del juego de sus hijos, la van a dedicar realmente a jugar o a hacer actividades con ellos, o por el contrario, éstas van sumarse al tiempo que los niños dedican para estar “enganchados” a las nuevas tecnologías, tales como: táblets, playstation o redes sociales…

- Con respecto a lo de “perder el tiempo”, es un concepto que no acabo de entender, llevado al terreno de la infancia. En los adultos, lo entiendo perfectamente. A mí me gusta eso de perder el tiempo, porque a veces, en esa pérdida encuentro mucho de productivo. En ocasiones abandono mi cuerpo y dejo mi mente libre, perdida por el infinito, y va y resulta que me surge una idea fantástica; o me pierdo por los recovecos de mi casa, sin ningún fin en concreto más que el ir de un lado a otro, como si de una una pelota de billar se tratase, y como por arte de magia, acabo ordenando cosas o encontrando algo olvidado en las profundidades de algún cajón. ¿Veis lo importante que es indagar en las profundidades…?

Sin embargo, por mucho que me pare a pensar, los niños nunca pierden el tiempo; siempre están en activo, ocupándolo en algo, bien sea jugar, pintar, leer (bueno, eso quiero creer), inventar cosas, o mirar el cielo intentando adivinar las formas imaginarias que tienen las nubes o que conforman las estrellas al unirlas unas con otras. Ahora bien, si a “perder el tiempo”, se refieren a que estén en un sofá o en su habitación, enganchados, como digo, al último juego de guerra de la play, o que campen a sus anchas por el vasto mundo de internet, ¡ahí sí!, ahí sí que le encuentro significado a eso de “perder el tiempo”. Claro está, que el tiempo que pierden los niños, lo ganan sus padres para realizar sus cosas, o para perder “su” tiempo. Oye, pues si es por ese motivo por el que solicitan que a los niños se les exima de los deberes, pues quizás le encuentro algo de sentido a esta petición…

- Y por último comentaré –por no hacer demasiado extensa esta divagación, aunque creo que ya me he excedido- las consecuencias positivas y negativas de esta reivindicación paternal, “a favor o en beneficio”, de los hijos.

Positivas: bueno, pues sí, vamos a ver… si me pongo en el lugar de esos padres (acción empática) pienso que han conseguido mucho, porque libran a sus hijos de una carga muy pesada, que incluso les puede generar algún que otro trauma infantil al creer que para conseguir algo en esta vida, uno, se ha de esforzar.

Además les enseñan con su ejemplo, que quien la sigue la consigue. Ves, hijo mío, ¡pa chulos, yo! Oye pues ¡muy bien!, como digo, todo esfuerzo da su fruto, ¿no? Han montado una pataleta, y lo han conseguido; van a pasarse un mes de noviembre relajaditos, sin el estrés de tener que sentarse a realizar ellos mismos los deberes de sus hijos, o a elaborar ese trabajo del mapa de España con plastilina, o los planetas con bolas de corcho y alambre… Pues sí, papis, tenéis toda la razón, que a estas alturas de la vida, tener que hacer los deberes del cole o los trabajitos manuales de vuestros hijos, está por demás; ya los hicisteis en vuestro día ¿No? (bueno, eso imagino). Así que, mi más sincera enhorabuena; habéis conseguido algo positivo: os habéis quitado un peso de encima, algo que no os corresponde hacer a vosotros. ¡Puff, menudo descanso! ¡Muy bien, muy bien!

Pero ¡cuidado!, -y aquí es donde aparecen las consecuencias negativas de vuestra pretensión-, que al libraros de esa carga no quiere decir que dicha tarea no se deba realizar, sino que ha de cambiar el sujeto que ejecuta la acción, que no deber ser otro más que el alumno, es decir, vuestro hijo. Los padres, pueden ayudar, orientar, aclarar dudas, ¡claro que sí!, pero quien en verdad debe realizar la labor, es el niño, no sus progenitores.

Con esta reclamación hacéis un flaco favor a vuestro hijo, ya que con ella le estáis transmitiendo mensajes poco apropiados para inculcar valores tan importantes como la responsabilidad, el esfuerzo y el respeto -entre otros muchos-:

- La RESPONSABILIDAD, al hacerse cargo de la organización de su trabajo y sus obligaciones, si quieren labrarse un porvenir en este mundo en el que viven.

- Un ESFUERZO que les ayude a entender que para conseguir algo se ha de trabajar de forma paulatina y constante, y que ambos, trabajo y esfuerzo, se va adquiriendo de forma progresiva desde pequeños. No les exijamos de mayores, algo que no han ido elaborando poco a poco y en pequeñas dosis desde la infancia.

- Y un RESPETO a la figura de aquellos a los que se les ha confiado su formación, que no es otra que la figura del maestro o profesor. ¿Qué mensaje se da a los hijos desautorizando o criticando la forma de trabajar del docente; emitiendo juicios de valor, palabras o frases despectivas hacia el tutor de su hijo, o del trabajo que desempeña sobre el mismo?

Cuidado, queridos padres, con estas actitudes, ya que con ellas, se le está dando un poder al niño que no le corresponde y que quizás, en un futuro, se vuelva en contra de vosotros y sobre todo, -y lo que es mucho peor-, de ellos mismos.

¡Ah!, y enhorabuena aquellos padres -que haberlos, haylos- que creen en la cultura del esfuerzo, de la responsabilidad, del respeto y de muchos otros valores que se han de inculcar a los hijos en muchos ámbitos de su vida, incluido también, el escolar.

 

 

 

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