LA PERSPECTIVA
Cuando yo era jovencita y cursaba los estudios de BUP (Bachillerato Unificado Polivalente), debías elegir entre “Ciencias o Letras” al llegar al tercer curso de dicho Bachillerato. Yo, que soy más de letras que de ciencias, opté, sin embargo, por escoger ésta última opción ya pensé que para qué quería yo las lenguas muertas (Latín y Griego) y además ya estaba algo cansadita de memorizar (empollar que se decía entonces) largos temas que después escribías de forma rápida y autómata, para olvidarte a los dos días de haber pasado el examen.
Pensé que sería mejor dejar descansar algo la mente y escoger la opción de “Ciencias”, de manera que sólo debería utilizar la lógica para comprender los problemas que se me pudiesen presentar en Física, Química y Matemáticas y, a lo sumo, tendría que memorizar algunas fórmulas con las que despejar la incógnita que se me presentase en dichas asignaturas, pero no castigaría tanto mi masa gris, llenándola de textos y más textos memorizados, tanto mental como visualmente. ¡Ay, Dios, cuan atrevida es la ignorancia…! Pues no tuve que devanarme los sesos para encontrar la tan ansiada lógica que yo buscaba y despejar las dichosas incógnitas, utilizando correctamente la fórmula adecuada…. ¡Madre mía!, por aquel entonces, casi pierdo la poca masa gris que me quedaba…
No obstante, y analizándolo desde “La Perspectiva” que te da el tiempo, nunca me arrepentí de aquello –a pesar, como digo, de ser más de letras que de ciencias–, ya que me ayudó –eso sí, al cabo de los años– a utilizar esos mismos procesos lógicos y deductivos, con despeje incluido de la incógnita; claro está, utilizando otras fórmulas muy distintas a las aprendidas…
De la misma manera, me he dado cuenta al cabo de los años, que otra de las asignaturas que estudié por aquel entonces, y que me ha ayudado a esclarecer los entresijos de la vida, fue el Dibujo Técnico. ¡Sí, Sí, ya lo creo! Os lo explico rápidamente. El dibujo técnico era otro “Bocatto di Cardinale”, en ocasiones difícil de digerir, ya que dado un objeto, tenías que dibujarlo desde varias perspectivas: desde su planta, alzado y perfil; ver los diferentes ángulos, así como los diferentes planos o dimensiones de algo. ¡Ahí es nada!
A mí, todo aquello me costó, no creáis… ¡Pufff, ya lo creo que me costó! Con deciros que esta asignatura me quedó como entretenimiento estival aquel año, y en septiembre, cuando te echan el salvavidas para ver si te sacan del más oscuro de los océanos o te ahogas en él definitivamente, me quedé a unas décimas del apurado suficiente. ¡Creí morir! Fueron entonces, los entresijos de mis entrañas los que se retorcieron e hicieron que todo mi ser, cuerpo y mente, se pusieran en conexión, a trabajar en busca de una solución con la que poder volver a casa y decirles a mis padres que estaba limpia de pecado.
Estaba en un aula, a solas con el profesor; debíamos entrar uno a uno, a recoger nuestra nota y revisar nuestro examen. Él estaba sentado en el sillón, detrás de su mesa, la cual estaba elevada en una tarima y yo quedaba enfrente de él, pero en un plano inferior, ¡claro! (hablemos con propiedad, ya que estamos en dibujo técnico) cuando recibí la amarga noticia de mi 4,5. Fue entonces, como digo, cuando todos los conceptos y contenidos, así como los procesos lógicos y deductivos que había estudiado al elegir la rama de ciencias, hicieron que mi mente se pusiera a buscar una fórmula con la que despejar la incógnita, que no era otra que, llevarme otra vez la calabaza a casa, o salir de allí con la cabeza gacha y algo cariacontecida, pero con el aprobado en el bolsillo, o mejor dicho, en mi expediente.
Una vez supe qué fórmula aplicar, me dispuse a aplicarla y conseguir que el resultado, me diese como mínimo un cinco. ¡Tampoco era tanto pedir, vamos…!
Así pues, me armé de valor y a la desesperada le pedí permiso al profesor para subir a la tarima, enfrente de él, al otro lado de la mesa, claro, no os vayáis a pensar... Mirando mi examen (bueno, yo no veía nada, claro, bastante nerviosa estaba ya…), le dije: “Mire usted Sr. Patón, soy consciente de que no he hecho un buen examen y que le he decepcionado, habida cuenta de las molestias que usted se tomó en prepararme de forma exhaustiva todo el material que debía estudiar, y ofrecerme cualquier aclaración a las posibles dudas que yo pudiese tener; pero créame, que a pesar de su esfuerzo y su buen hacer en la impartición de la materia y de lo mucho que me gusta su asignatura –bueno, más bien me gustaba dibujo artístico, no técnico– me ha sido muy difícil poder aclararme con tanto punto, línea, plano, ángulos y perspectivas. Lo siento mucho, y lo que más siento es haberlo decepcionado”.
No era mentira lo que le decía. No, no. Era todo verdad. Estaba destrozada porque no solo no sabía cómo quitarme de encima esa arista que se me estaba clavando y amargando la existencia, sino que también me sentía mal, porque no había podido responder a las expectativas que este buen profesor puso en mí. Y eso me dolía más, si cabe.
Hubo entonces un silencio, en el cual tuve tiempo de aclamarme a mi protectora Santa Rita; y cuando ya estaba en el enésimo “por favor, que me apruebe…”, D. Vicente Patón, apoyando los codos sobre la mesa y descansando su barbilla sobre los dedos entrelazados de sus manos, me dijo: “Srta. Juan (parece una contradicción esto, pero es lo que hay… Mi apellido no está en concordancia de género con mi persona. ¡Qué le vamos a hacer! Ya tuve bastantes mofas al respecto, por parte de algún que otro graciosillo; al igual que con mi nombre, que servía para hacer rima y todo: “Begoña, tens vergonya”. Mira, bien pensado, igual ahora, hubiera podido hacer algo con estos graciosillos y los hubiera podido acusar de Bullying, y que se hubieran pasado algún sustillo…). Bueno, a lo que íbamos… me dijo: Srta. Juan, a mí, usted no me ha decepcionado; en cualquier caso, se decepciona usted misma. Sé perfectamente que no es esta materia la que más le atrae, pero también sé que hubiera podido esforzarse un poco más y salir airosa de la misma. No obstante, opino que dejarle esta asignatura para febrero del próximo curso escolar– era la siguiente repesca que había–, no va a aumentar las posibilidades de que usted incremente mucho más su nota. Así es que voy a concederle las décimas que le faltan y dese usted por aprobada”.
Pero antes que yo pudiera emitir un “Muchísimas gracias”, el Sr. Patón, me dijo: “Ahora bien, Srta. Juan, le voy a advertir una cosa: no menosprecie nunca el dibujo técnico, ni lo considere una asignatura de segunda. Aprenda usted a utilizarlo en muchos aspectos de su vida, no sólo desde el punto de vista técnico-artístico". Asentí con la cabeza, a la vez que le reiteraba las gracias como un disco rayado, sin comprender muy bien, el significado concreto de sus palabras… Bajé como pude de aquel estrado, con las piernas sumidas en un profundo seísmo y salí de la sala.
Hoy en día, tras el transcurrir de los años y con ellos, todo lo que he vivido, ya sea en el campo personal, familiar o profesional, puedo entender aquellas palabras tan sabias de mi profesor de dibujo y ver la vida y todo lo que me acontece en ella, desde las diferentes “Perspectivas” y según el punto de vista y la importancia o relevancia que yo quiera darle. Para que luego digan que mucho de lo que estudiamos no sirve para nada…
Gracias Sr. Patón por su aprobado y por su reflexión.
0 comentarios