LA FIDELIDAD
Hoy estoy holgazana perdida; lo reconozco. No sé qué me pasa, si es astenia primaveral, si son los primeros calores, o que los últimos coletazos del curso escolar están haciendo mella en mí. Suele pasar que, cuando uno está en plena vorágine laboral, saca todas sus fuerzas, las que tiene y las que no sabe dónde estaban almacenadas. Pero cuando va llegando el final de curso, cuando vas acabando todo aquello que habías programado y organizado, no sé qué ocurre, -o al menos a mí me sucede- te entra la flojera y vas relajándote.
Y eso he hecho hoy, relajarme. Primero en la playa, tumbada al sol cuan chuleta a la parrilla, escuchando música de aquella que tiene fundamento -bueno, el fundamento que a mí me gusta, que no es otro que el de hablar de sentimientos. ¡Qué lo voy a hacer!-. Y luego tumbada en el sofá, viendo una de esas pelis, con fondo también. Es decir, románticas.
Y en esas que estaba tan entusiasmada siguiendo el argumento de la historia, ha salido a relucir la fidelidad de las águilas. Sí, sí, lo que os digo; las águilas son fieles por naturaleza. Se emparejan con su alma gemela y no se abandonan una al otro hasta que uno de los dos muere, o se pierde, -faltaría saber si se pierde de forma intencionada; pero no creo, o al menos, no quiero creerlo-. Pero lo bueno, es que escudriñando por Google, he podido observar que son muchísimas las especies del mundo animal que hacen suyo este valor, tan en desuso hoy en día por aquella otra especie –dicen que la humana- que se cree muy por encima de ellos, por estar dotados de inteligencia, razón y por ser poseedores de una serie de valores. ¡Ahí es nada!
Y floja como estoy hoy, me ha dado por pensar…
Sí, sí, porque en ocasiones me dedico a pensar. Me cuesta llegar a algún punto en mis divagaciones,-porque más bien, son eso-, pero me estrujo la mollera, ¡no creáis! Y he pensado que esa especie dotada de tanta inteligencia, de tanta razón; que alardea de poseer tantos valores, que intenta transmitir a sus descendientes con todo tipo de argumentaciones; que dan además, una imagen impoluta e intachable ante los iguales que le rodean; esa especie, llamada “Seres Humanos”, mueren en muchas ocasiones como los peces: por la boca. Lástima que unos mueran mientras están plácidamente dando un paseo por su territorio, mientras otros lo hagan placiendo en territorio ajeno. En fin, son las hipocresías de los seres inteligentes…
Porque digo yo: ¿Qué falta tiene nadie de ir a buscar algo si está a gusto donde está? ¿O es que quizás su situación no es tan agradable e idílica como parece? Y si esto es así ¿por qué no se va definitivamente, en vez de ir picoteando de aquí para allá, anhelando algo que no tiene en su entorno más inmediato? O es que hay una explicación para ese, llamémosle “Corazón loco” que con tanto sentimiento canta Diego el Cigala. ¿Se puede querer a dos personas a la vez? ¿O tal vez, uno se encuentra cómodo en los dos ámbitos, porque ambos le complementan?
Madre mía, en qué berenjenal me estoy metiendo. ¿No os lo he dicho antes? Nada, que no he llegado a ninguna conclusión… Bueno, sí que la tengo, pero como buena maestra que intento ser, quiero dejar que seáis vosotros los partícipes de vuestro conocimiento y que lleguéis a vuestro propio desenlace...
¡Ay…! ¡Quién encontrara un águila, un cisne, un caballito de mar o una tórtola…!
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